Para ciertos intérpretes, muchos de los preceptos de El Príncipe no son en modo alguno necesarios a los políticos, puesto que los estadistas los conocen y no tienen necesidad de ser instruidos en ellos. Por tanto, esta obra revela al pueblo cuál es la verdadera naturaleza de los hombres públicos. Así, Maquiavelo fingiendo dar lecciones a los príncipes, las ha dado en realidad a los ciudadanos.

Según otros, en cambio, es un libro que alienta la tiranía y otorga a los déspotas y ambiciosos de poder las herramientas necesarias para consumar sus fines. Para éstos, Maquiavelo estableció los principios que transforman a la tiranía en arte y la traición en regla. Por tanto, El Príncipe es un libro que enseña a los políticos cómo engañar a la gente y sugiere estrategias para transgredir la moral y burlar la palabra empeñada.

Ambas interpretaciones tienen asidero, porque El Príncipe es una obra que tiene varias posibilidades de lectura. Pero más allá de la viabilidad de cada una de ellas, lo que en el fondo está en juego son los usos que puede tener la ciencia política maquiaveliana.